Caminando por una ladera rocosa en los Alpes, en la frontera entre Austria e Italia, Paul Grüner, propietario de un albergue de montaña, me muestra cómo el glaciar Hochjochferner se ha reducido debido al calentamiento global. Antes, su agua de deshielo fluía tanto hacia Italia como hacia Austria; ahora solo va hacia el norte, a Austria. Esta transformación refleja cómo el cambio climático está alterando las fronteras geográficas y naturales.
La frontera entre ambos países, definida por las crestas montañosas, podría moverse a medida que el glaciar retrocede. En su tratado de 2006, Austria e Italia ya reconocen que la frontera debe adaptarse a estos cambios naturales. La pérdida de glaciares afecta no solo a la geografía, sino también a los recursos hídricos que abastecen ríos cruciales como el Rin, que recorre varios países.
La desaparición de glaciares impacta al suministro de agua, crucial en verano para países como los Países Bajos. Además, hay riesgos asociados con catástrofes climáticas, como el caso de un lago glaciar en China que inundó Nepal en 2016.
En los Alpes, el deshielo del permafrost está haciendo que las montañas sean menos estables, lo que podría generar más desastres relacionados con el agua y cambiar aún más las fronteras. Mientras tanto, el turismo sigue creciendo, pero muchos refugios alpinos sufren escasez de agua debido al retroceso de los glaciares.
El cambio climático está, por lo tanto, redefiniendo no solo las fronteras físicas, sino también la relación humana con las montañas, que se ven como un santuario frente al ajetreo de la vida cotidiana.