En el país del Ni Una Menos, la historia de este femicidio fue contada por su víctima en tiempo real y en primera persona. Cada agresión, cada denuncia, cada visita al juzgado, cada ninguneo, cada desatención fue relatada por María Isabel en audios de whatsapp que sus hermanas y sus amigas de la organización civil contra la violencia de género Shalom Bait recopilaron y difundieron.
No alcanzó. Nada alcanza.
Denunciar reiteradamente un intento de femicidio, vivir en alerta, militar en una organización feminista, aprender, participar de movilizaciones masivas en contra de la violencia machista, tener un botón antipánico, rodearse de amigas que saben, contarles todo a todos, hacer guardia en el juzgado sin ser recibida, irrumpir ante el juez para reclamarle protección. Nada alcanzó. El jueves 16 de marzo, cuando salía de su casa para llevar a sus hijos a la escuela, María Isabel Speratti Aquino fue asesinada de cuatro disparos por su ex pareja, Gabriel Alejandro Núñez. Los chicos, de 13 y 17 años, vieron cómo su papá lograba, finalmente, matar a su mamá.
En el país del Ni Una Menos, la historia de este femicidio fue contada por su víctima en tiempo real y en primera persona. Cada agresión, cada denuncia, cada visita al juzgado, cada ninguneo, cada desatención fue relatada por María Isabel en audios de whatsapp que sus hermanas y sus amigas de la organización civil contra la violencia de género Shalom Bait recopilaron y difundieron. Es una historia que comenzó a escribirse en junio de 2021 e incluye como protagonistas ineludibles a, por lo menos, diez representantes de los poderes Judicial y Ejecutivo que terminaron favoreciendo, por inacción, al femicida.
En junio de 2021, Gabriel Núñez ya había intentado matarla. Fue una noche, cuando todavía vivían juntos. Estaban acostados. Él le ofreció hacerle masajes y, cuando la tuvo en posición, le trabó el cuerpo con las piernas. Mientras, con un brazo la ahorcó y con el otro le tapó la boca. El hijo menor de la pareja, que en ese momento tenía 11 años, entró en la habitación.
—¡Andate de acá! —le gritó su papá.
El chico se quedó paralizado.
Cuando vio que el nene no se iba, Núñez aflojó el brazo. Entonces, la que empezó a gritar fue María Isabel.
—¡Llamen a la policía! ¡Me quiere matar! ¡Llamen a la policía!
El hijo mayor, que estaba en el living, reaccionó rápido: saltó la medianera hacia la casa del vecino y pidió ayuda. La Policía llegó minutos después: los agentes le explicaron que no se lo podían llevar preso porque ella todavía estaba viva y porque no lo habían encontrado in fraganti.
—Me vas a matar, Gabriel. ¡Me vas a matar!
–Pero por Dios, no te voy a matar. Te lo juro por mis hijos. No te voy a matar. Si quisiera, te puedo matar en cualquier momento.
***
El ataque tuvo tres consecuencias: la separación, el estrés postraumático (que María Isabel trataba con un psiquiatra) y el inicio de una peregrinación judicial que rápidamente se comprobaría inútil. Ella hizo la denuncia y la causa quedó caratulada como lesiones leves (un delito que prevé una pena de un mes a tres años y que es excarcelable).
Después del hecho, Núñez fue ingresado en un neuropsiquiátrico y al mes recuperó la libertad.