La obsesión de Trump con los aranceles: ¿Por qué Japón está en el centro?

En los años 90, cuando Donald Trump enfrentaba dificultades financieras, se dirigió a Japón en busca de inversores. Este acercamiento no era nuevo, ya que en la década de los 80 observaba cómo los inversionistas japoneses compraban propiedades estadounidenses, como el Rockefeller Center. Fue entonces cuando comenzó su fijación por los aranceles.

Trump sentía resentimiento hacia Japón, pues veía que EE. UU. no recibía suficiente a cambio de defenderlo militarmente. Durante una entrevista en los 80, Trump expresó que Japón estaba “inundando” el mercado estadounidense con productos, pero que a su vez, dificultaba los negocios en Japón. Para él, la solución era imponer aranceles a esos países ricos, especialmente Japón, para que “pagaran el precio justo”.

Este enfoque también reflejaba una visión más amplia de Trump sobre la política exterior: la creencia de que los aliados de EE. UU. eran parásitos que aprovechaban la ayuda estadounidense. Para él, la política proteccionista era la respuesta.

En 1987, Trump publicó una carta abierta en los principales periódicos estadounidenses donde criticaba las políticas comerciales de Japón. Sostenía que, sin los costos de defensa que EE. UU. asumía, Japón había acumulado enormes excedentes económicos. Propuso medidas arancelarias como una forma de mostrar su poder, aunque no ofreció una solución real al problema.

El economista Clyde Prestowitz criticó las propuestas de Trump, argumentando que los aranceles no resuelven el problema subyacente de la falta de una estrategia manufacturera en EE. UU. Sin embargo, la obsesión de Trump por los aranceles persistió durante su presidencia, adaptándose a nuevos enemigos como China.

A pesar de sus controversiales ideas sobre el comercio, Trump mantuvo una visión constante: los aranceles eran su herramienta para presionar a otros países y reducir los déficits comerciales. Esta postura ha sido compartida por él durante más de 40 años.